Era un partido al todo o nada, al rojo o negro, rien ne va plus. Era la ocasión de levantar la mano en la Champions, de no descabalgarse a las primeras de cambio por más que fuera una participación histórica y nunca conseguida. Pero era, también, el peor de los rivales, la pareja de baile más fea. Era el Liverpool de Slot, el equipo espejo en el planeta fútbol. Y al Girona le volvió a salir cruz en una competición que no se le ha dado, abofeteado por una cantada de Gazzaniga ante el PSG, noqueado por el Feyenoord después de autoflagelarse con dos autogoles, atropellado por el PSV en Holanda, reanimado con el triunfo sobre el Slovan de Bratislava y hundido ante el Sturm Graz. Frente al Liverpool, aunque cosió un encuentro modélico, aunque disfrutó de las mejores ocasiones y llegó a hacer tiritar a un contrario totémico, se llevó la patada definitiva, la que le dice que por mucho que gane los dos últimos envites (Milan y Arsenal), su presencia en Europa parece tener fecha de caducidad.
Míchel: “Estoy lejos de ser de Champions”
Durante el duelo, Míchel no se sentó en el banquillo, correcciones y enfados a grito pelado, señal de exigencia antes que de desaprobación. “Hemos jugado bien y hemos competido contra el mejor equipo de la Champions. Estoy tremendamente orgulloso del equipo”, señaló Míchel, que dijo estar dándole vueltas a jugar como ante el Liverpool, por si le serviría más adelante.
“El Girona se merece mucho más en esta Champions. Aunque ahora, después de jugar contra ellos, puedo ser más sincero y creo que han perdido un poco de calidad con respecto al año pasado. Y aun así pueden hacer este fútbol, es un gran cumplido para el técnico”, convino Slot. “Agradezco sus palabras. Es un espejo donde nos miramos todos. Y me consuela que diga eso porque hace ver que el equipo ha trabajado bien”. Pero, como ya es tónica en este curso, le falta gol. “Es algo que tenemos que mejorar mucho. Estar cuatro partidos sin marcar en Europa se nos ha hecho cuesta arriba”, aceptó Míchel. Aunque Slot apuntó: “Tenemos el mejor portero del mundo”.
Míchel, en cualquier caso, seguía pensativo. “Cuando te enfrentas a los grandes ves más tus problemas. Y nos han puesto en nuestro lugar”. Y, por eso, sentenció: “Estoy lejos de ser un entrenador de Champions”.
